Dios Todopoderoso es el Creador y el vivificador de los cielos y la tierra y todo lo que hay en ellos (Nehemías 9:6). Él es el único y sabio Dios (I Timoteo 1:17). Solamente Él debe ser adorado y es merecedor de gloria, honor y nuestra completa y total devoción. El es un Dios único, es uno sólo y no está dividido o repartido: (Deuteronomio 6:4 y 5). Es el Dios y Padre del señor Jesucristo y como tal totalmente diferente y separado de el.
Jesús de Nazaret es la simiente que Dios promete una vez que el hombre cae por desobediencia (Génesis 3:15). Él es el hombre de quien hablaron todos los profetas que iba a padecer para redimir al hombre del pecado original (Hechos 3:18, 21). Él es ese “profeta” que Moisés declaró que vendría (Deuteronomio 18:15-19). Él es el descendiente de David, el Hijo de Dios (Romanos 1:3). Jesús el Cristo fue ungido para ser el Sumo Sacerdote (Hebreos 7). Él como hombre que era es llamado en las Escrituras el “segundo Adán” entregó voluntariamente su vida en la cruz como sacrificio para librarnos de las consecuencias del pecado del “primer Adán”. Dios lo levantó de los muertos y lo sentó a Su diestra en los lugares celestiales. Él permanecerá allí hasta que regrese como el Rey que habrá de sentarse en el trono terrenal de su Padre Dios y reinará sobre el mundo en nombre de Dios (Apocalipsis 17:14). La resurrección de Jesús es la prueba indubitable de que él es el Hijo de Dios (Romanos 1:1-5). Él es el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por él (Juan 14:6). Él es el Hijo de Dios, no Dios el Hijo.
El espíritu santo es un don gratuito de Dios a las personas que confiesan que Jesús es el señor y creen en su corazón que Dios lo levantó de los muertos (Romanos 10:9,10). Una vez recibido el espíritu santo es la presencia y el poder de Dios en operación en Sus hijos con el propósito de enseñar, recordar, testificar, dirigir, mostrar las cosas por venir, fortalecernos en el hombre interior, glorificar al Señor y guiarnos a toda la verdad (Juan capítulos 14 al16). Además es las arras de la redención completa al momento de la resurrección (Efesios 1:13 y 14).
La Biblia está compuesta de las Escrituras arameas, hebreas y griegas que componen el Antiguo y Nuevo Testamentos; y mediante ella nos hacemos de la revelación de Dios inspirada a hombres elegidos hecha disponible a la humanidad (2 Timoteo 3:16). En ella se hallan todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad (2 Pedro 1:3). Procuramos con diligencia presentarnos aprobados delante de Dios como obreros que no tienen de qué avergonzarse usando bien la Palabra de verdad (2 Timoteo 2:15). Creemos firmemente que la Palabra de Dios es la voluntad de Dios y que Dios tiene un propósito para cada cosa que dice en Su Palabra: dónde lo dice, a quién se lo dice, cómo lo dice y por qué lo dice.
El Reino de Dios es el tema unificador prevaleciente a lo largo de las Escrituras. Junta las diversas partes de la Biblia en un todo. Los profetas, Jesús el Mesías, y los apóstoles, todos hablaron acerca de este Reino. Cuando Cristo regrese, él reinará sobre la tierra entera con su trono localizado en Jerusalén. Su reinado será justo, equitativo, y absoluto. Este reino era lo que Jesús tenía en mente cuando predicó el evangelio diciendo “Arrepentíos, porque el reino de Dios se ha acercado” (Mateo 9:35; 24:14; Marcos 1:14-15; Hechos 1:3; 8:12; 19:8; 20:25; 28:23, 31;).
El Antiguo y el Nuevo Testamento o Pacto. Jesús cumplió el antiguo pacto de Dios con Su gente (dado en el Monte Sinaí) y de ese modo lo consumó (Mateo 5:17-20; Romanos 10:4). Él cumplió toda la Ley de Moisés y comenzó un nuevo pacto el cual se cumplirá completamente cuando él regrese. La responsabilidad del hombre con respecto al Nuevo Pacto o Testamento es obedecer las palabras de nuestro Señor registradas en las Escrituras del Nuevo Testamento (Hebreos 8:6-13; 10:15-39). Ambos Testamentos son imprescindibles y forman el total de la Biblia.
El Diablo, Satanás, Belcebú, el dios de este mundo, el príncipe de la potestad del aire, la serpiente (entre otros nombres referidos a sí, a sus características o a sus huestes) es el archienemigo de Dios. Éste espíritu es todo maldad (2 Corintios 4:4). Él es el adversario que devora todo lo que puede, y debe ser resistido firmemente (1 Pedro 5:8 y 9; Santiago 4:7; Efesios 6:10-17). Su destino está sellado por cuanto, al final del reinado de los mil años de Cristo con sus santos, él será lanzado al Lago de Fuego y será completamente destruido para siempre (Apocalipsis 20:7-10).
La Resurrección: Jesús fue el único resucitado de entre los muertos hasta ahora. El es el primero de entre todos sus hermanos en resucitar. El ha ascendido al cielo y está sentado a la diestra de Dios hasta que ponga a sus enemigos por estrado de sus pies. Todos los muertos están dormidos en la tumba hasta las resurrecciones (Salmos 110, 1 Corintios 15, 1 Tesalonicenses 4:13-18). Después de la muerte no hay vida hasta el retorno del señor Jesucristo cuando se reunirá con sus santos en el aire. La muerte es un enemigo de Dios (1 Corintios 15:26) y como tal nunca es patrocinada de manera alguna por el Padre celestial.
Cuando Jesús regrese los hijos de Dios que estén vivos a su regreso serán transformados simultáneamente con los que al momento estén muertos (Mateo 24:31; 1 Corintios 15:23; 1 Tesalonicenses 4:16 y 17). En ese momento, todos los creyentes, tanto vivos como los que estaban muertos ya resucitados, recibirán nuevos cuerpos, inmortales. Él establecerá el Reino del milenio en la tierra (Apocalipsis 20:1-6) y traerá la restauración de la tierra que fue prometida por los profetas y los apóstoles (Hechos 1:6; 3:21).
Juicio: Después del reinado de mil años de Jesús, los infieles que hayan muerto serán resucitados, juzgados, y condenados a aniquilación y separación eterna de Dios (Apocalipsis 20:7-15).
El destino final del hombre no es ni el cielo ni el purgatorio, ni el infierno por que son inexistentes. Los justos heredarán la tierra, la cual eventualmente se convertirá en Paraíso (Salmo 37; Apocalipsis 5:10; 11:15). Los injustos serán echados al lago de fuego (muerte y aniquilación, no un quemar eterno), cuyos efectos serán eterna separación de Dios (Apocalipsis 20:10-15).
La salvación está disponible por medio del trabajo de redención de Jesucristo, y es un don gratuito para el hombre (Romanos 3:21-24). El hombre no puede salvarse a sí mismo (Efesios 2:5-10). El hombre tiene la responsabilidad de tener fe en el Reino de Dios (Marcos 10:15) y en la obra redentora de Cristo (Romanos 10:9 y 10).
La Iglesia hoy es el Cuerpo de Cristo con él mismo como la cabeza. No hay otra cabeza ni en el cielo ni en la tierra. Cada individuo es un miembro único y vitalmente importante para completar la totalidad del cuerpo. Ninguno está por encima ni por debajo de otro. Ninguno tiene mayor o menor valor o rango. La diversidad entre las personas en el cuerpo no es una amenaza ni debiera generar competencia o envidia, al contrario, magnifica más bien nuestra interdependencia. El amor de Dios es nuestro lazo unificador (Romanos 12:1-21; 1 Corintios 12:1-13; Efesios 4:1-16).
La misión de la Iglesia Cristiana es: “Ir por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15, Hechos 1:8). Nuestro ministerio como cuerpo colectivo es predicar el Evangelio del Reino que reconcilia al hombre con Dios (2 Corintios 5:18 y 19). Esto mismo es la base del nombre y misión de nuestro sitio y origina su título: La Palabra de Dios sobre el mundo.
En este sitio web hay enseñanzas escritas, en audio y algunas en video disponibles para proveer documentación de las Escrituras sobre muchos de los temas expuestos. Estamos dedicados a examinar continuamente las Sagradas Escrituras, permanecemos receptivos para aprender y dispuestos a cambiar, si una mayor evidencia de las Escrituras requiere tal cambio. Te exhortamos a revisar el material adjunto y a escudriñar las Escrituras por vos mismo (Hechos 17:11).